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3.4.04
1964
I Ya no es mágico el mundo. Te han dejado. Ya no compartirás la clara luna Ni los lentos jardines. Ya no hay una Luna que no sea espejo del pasado, Cristal de soledad, sol de agonías. Adiós las mutuas manos y las sienes Que acercaba el amor. Hoy sólo tienes La fiel memoria y los desiertos días. Nadie pierde (repites vanamente) Sino lo que no tiene y no ha tenido Nunca, pero no basta ser valiente Para aprender el arte del olvido. Un símbolo, una rosa, te desgarra Y te puede matar una guitarra. II Ya no seré feliz. Tal vez no importa. Hay tantas otras cosas en el mundo; Un instante cualquiera es más profundo Y diverso que el mar. La vida es corta Y aunque las horas son tan largas, una Oscura maravilla nos acecha, La muerte, ese otro mar, esa otra flecha Que nos libra del sol y de la luna Y del amor. La dicha que me diste Y me quitaste debe ser borrada; Lo que era todo tiene que ser nada. Sólo que me queda el goce de estar triste, Esa vana costumbre que me inclina Al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina. Spinoza Las traslúcidas manos del judío Labran en la penumbra los cristales Y la tarde que muere es miedo y frío. (Las tardes y las noches son iguales.) Las manos y el espacio de jacinto Que palidece en el confín del Ghetto Casi no existen para el hombre quieto Que está soñando un claro laberinto. No lo turba la fama, ese reflejo De sueños en el sueño de otro espejo, Ni el temeroso amor de las doncellas. Libre de la metáfora y del mito Labra un arduo cristal: el infinito Mapa de Aquél que es todas Sus estrellas. Jorge Luis Borges (El otro, el mismo - 1964) |